Por: Pilar Meré
Sommelier
Recientemente tuve la oportunidad de viajar a España, visitar algunas bodegas de Rioja y constatar que el vino es uno de los elementos básicos de la gastronomía riojana y que la industria vitivinícola del país es sustancial para su economía.
Aunque el reconocimiento del vino en Rioja data de 1102, es hasta mediados del siglo XIX cuando empieza adquirir un perfil diferenciado con la introducción de nuevos conocimientos y prácticas, desde el campo hasta la bodega.
En principio era un vino de mucho cuerpo y bastante madera. La tradición vitivinícola riojana comienza a adquirir un perfil claramente diferenciado cuando algunos experimentados hombres del vino introducen nuevos métodos de elaboración y crianza de los vinos y fundan las bodegas hoy centenarias en la segunda mitad del siglo XIX. Desde entonces Rioja ha sido modelo de una Denominación en constante proceso de modernización y adaptación a las exigencias de los nuevos tiempos, hábitos de consumo y evolución de los mercados y ha logrado dar un avance hacia el gusto por los vinos jóvenes, frutales y de un corte más moderno.
En la actualidad muchas son las empresas riojanas que han comprendido la importancia de construir una marca específica que promueva sus vinos tanto a nivel local como internacional, es decir, Rioja. Hoy, el conocimiento y la experiencia demuestran que el vino se hace desde el viñedo y Rioja ha trabajado en consecuencia, lo que ha implicado un factor de diferenciación.
Me gusta decir que las personas se conocen a través de sus vinos y lo creo fervientemente porque cuando uno pone una botella de vino de Rioja en la mesa siempre hay un tema de conversación alrededor de él.
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