Por: Angélica Porras

¿Cuántas veces nos han dicho que tratamos a nuestras mascotas como si se trataran de niños? O mejor aún, ¿cuántas veces te has percatado que hablas a los bebés de la misma forma en la que hablas a tu perro? “Ay, mi niño precioso, ¡¡mira nada más qué cosa más hermosaaaa!!”…

Anteriormente, los perros, gatos y mascotas en general eran eso, las mascotas; las preocupaciones se reducían al alimento, las vacunas y bañarlo de vez en cuando para que no comenzara a despedir aromas desagradables.

Hoy en día, el panorama ha cambiado. La conciencia que cada vez más personas tienen sobre los animales, ha llegado al grado de humanizar a las mascotas: les compramos ropa de todos los tipos, desde suéteres hasta chamarras, gorritas y demás; todos los juguetes y peluches de último diseño; las camas más grandes y pachoncitas para que nuestros “niños” descansen como los angelitos que son y mucho, pero mucho más.

Crece con rapidez el número de personas interesadas en adoptar un amigo de por vida. La conciencia de esta acción es promovida con fuerza por grupos de rescatistas y animalistas independientes con el propósito de fomentar la adopción y tenencia responsable de mascotas.

Muchas parejas han optado por adoptar un animalito, brindándole los mismos cuidados y cariño que le darían a un niño humano, tratándolo como un miembro más de la familia, amándolo, mimándolo y hasta malcriándolo… aceptémoslo, nos encanta hacerlo.

Los animalitos que llegan a formar parte de nuestro núcleo fortalecen las relaciones al interior de él: con nuestra pareja y, en caso de tenerlos, hijos.

Si ya tienen una mascotita y le procuran además de lo necesario para su bienestar, tiempo y disciplina, ¡felicidades! Seguramente tienen una maravillosa relación. Si lo han pensado y aún no se deciden, recuerden que deben tener tiempo, constancia, un lugar no solamente físico destinado para que el perrito, gatito o cualquier mascota vivan, sino también, en palabras de Jesús Navarro de Reik, “un lugar en su vida”.