Desde tiempos inmemoriales a la mujer se le han impuesto roles y estigmas que hoy en día no solamente resultan lastimosos sino también obsoletos, anticuados y fuera de lugar. Sin duda, nosotras las mujeres, hemos evolucionado y a nuestro paso se han ido modificando, voluntaria e involuntariamente, las familias, las instituciones, las reglas y las sociedades en general.
De acuerdo con algunos preceptos que aún hoy mantienen y sostienen varias religiones. La mujer debe, desde niña, acatar valores y principios que harán de ella una mujer parecida a esa virgen o diosa con cualidades divinas: madre amorosa, virtuosa, compasiva, entregada a servir y cuidar de otros, sumisa hacia la voluntad divina y comprometida con las labores y expectativas de una “buena madre” (aunque no tengas hijos).
Sin embargo, existen otras muchas deidades femeninas que representan valores y actitudes que hoy en día tenemos y luchamos por mantener vigentes. En todas las épocas y en todos lugares han existido y existen mujeres increíbles que han logrado hacer una diferencia en su entorno y que su existencia ha marcado un nuevo camino para quienes estamos hoy aquí y ahora.
Como personas y ciudadanas del mundo, todas las mujeres tenemos derechos y responsabilidades, identidad, gustos y preferencias que hacemos valer para que la sociedad acepte y reconozca el lugar que merecemos y que ocupamos.
Por eso, en esta ocasión, quiero hablar acerca de esa parte del feminismo que vive en cada una de nosotras.
La mitología hindú es rica y creativa. Posee una amplia gama de dioses, diosas, semidioses, demonios e historias fantásticas que entretejen personajes inverosímiles pero que de una u otra forma, representan esos valores que han contribuido a moldear a dicha sociedad pero que también se pueden aplicar en la nuestra, y como muestra un botón:
Un día, los grandes y poderosos dioses, entre ellos, Brahma (dios creador del universo), Vishnú (dios protector) y Shiva (dios de la transformación), se reunieron para encontrar la manera de destruir al gran demonio Mahish y su ejército y decidieron que lo mejor que podían hacer para derrocarlo era que cada uno aportara algo de sus poderes para poder vencerlo. De esta manera, surgió la diosa Durga (la invencible): creada a partir de lo mejor de cada uno de los grandes dioses y equipada con la sabiduría y herramientas necesarias para enfrentar y derrocar al enemigo. La historia cuenta que al ser concebida con lo mejor de los dioses más importantes no tuvo problema alguno para derrocar al terrible demonio y su implacable ejército. Sin embargo, esta poderosa diosa tiene un avatar aún más temible y es que cuando Durga ya no es capaz de lograr lo que se propone, surge Kali (la negra) que es una diosa sedienta de cambios que no se toca el corazón para liberarnos de lo que no nos deja crecer y reestablecer el orden y el ciclo de la vida.
En Occidente y en nuestra sociedad en general, estas diosas tan poderosas no tienen ningún significado ni relevancia, sin embargo, los valores que transmiten y que representan son universales para todas las mujeres (seamos madres o no) ya que de una u otra forma, todas queremos para nosotras y las nuestras condiciones de igualdad con respecto a los hombres, exigimos seguridad y trato digno (alto a la violencia de género); justicia (solución y alto a feminicidios y desapariciones); equidad en salarios y condiciones laborales; respeto a nuestra persona (alto al acoso sexual) y respeto por lo que decidimos hacer con nuestros cuerpos (ley de aborto, comunidad LGBT); etc.
Todas las mujeres tenemos capacidades, talentos, virtudes y defectos como cualquier otro ser humano que habita este planeta. Sin importar raza, color, clase social o habilidades, todas las mujeres somos valientes y entronas, tenemos sueños e ideales y de manera individual o colectiva, todas queremos lo mismo: SEGURIDAD, PAZ y BIENESTAR.
Al igual que Durga, todas estamos equipadas con sabiduría y herramientas que nos permiten salir adelante e ingeniárnoslas para conseguir lo que deseamos y merecemos, a pesar de los obstáculos, a pesar del dolor, a pesar de la injusticia. Sabemos luchar, sabemos esperar y también sabemos cómo empoderarnos para conseguir lo que queremos. Sin embargo, también podemos ser Kali, esa diosa sedienta de justicia, de cambio, de transformación, que no teme llegar hasta las últimas consecuencias para obtener un cambio de vida y encontrar la luz al final de la tormenta.
Este 8 de marzo se conmemora una vez más el día internacional de la mujer y como en otras ocasiones, no podemos dejar pasar por alto que seguimos en pie de lucha por lograr mejores condiciones de vida para nosotras y las nuestras,
Adoptemos los valores que representan las deidades Durga y Kali y no dejemos de luchar, cada quien desde su trinchera, por hacer de nuestra sociedad un mejor lugar para vivir. Todas contamos, todas sumamos, todas somos importantes y todas hacemos la diferencia.
Por una sociedad más informada y mujeres más empoderadas.
¡A tu salud!
Mónica Velasco
Yogui, Health Coach Holística & Funcional
Fundadora de www.reverdeser.com.mx