Por: Mónica Velasco

Todos sabemos que los beneficios de realizar una práctica meditativa son muchísimos. Hay una gran variedad de estudios científicos que constatan que meditar de manera consistente fortalece el sistema inmunológico porque no solo reduce los niveles de estrés, sino que al estimular los lóbulos cerebrales aumenta la concentración, la creatividad y hasta el sentido del humor mejora. Por si fuera poco, una práctica meditativa también contribuye a que seamos capaces de cultivar compasión y entendimiento hacia nosotros mismos y hacia otros, haciéndonos mucho más conscientes de nuestros patrones reactivos.

En fin…los beneficios son muchos. Sin embargo, cuando nos disponemos a meditar no siempre resulta fácil hacerlo, ¿cierto?

Si ya has pasado por este camino, sabrás que necesitas tener un espacio en donde no seas interrumpido, que debes sentarte cómodamente pero no tanto para que no te quedes dormido, que poner música tranquila tipo zen o new age ayuda y facilita tu práctica, que cinco minutos es un gran comienzo, etcétera.

Sin embargo, al momento de sentarnos a meditar e intentar poner la mente en blanco, ésta se vuelve loca, se rebela y comienza a intrigar y a cuestionarnos con su larga e interminable retahíla de cosas pendientes por hacer: pagos, llamadas y visitas, las compras del supermercado, organizar la siguiente reunión con los amigos, recoger niños de la escuela, la ropa de la tintorería, mandar mensajes y correos, atender el chat que no para de notificarnos que hay nuevos mensajes, entre muchos otras cosas. O bien, puede ser que los personajes de tu serie favorita de Netflix cobren vida en tu cabeza justo en el preciso momento en que decides sentarte a meditar y tu solit@ sigas con el guión de la próxima temporada. Peor aún, cuando tu mente y tú mantienen un nutrido diálogo en el que hay preguntas y respuestas a toda clase de cuestionamientos, ideas, conceptos, dudas y a veces hasta descalificaciones. Total, que la lista es larga y parece no tener fin…

Forzándonos una y otra vez a regresar al momento presente y retomar la práctica meditativa, llega un momento en el que sucumbimos ante ella. Consideramos que es inútil seguir intentando lograr “elevarnos y alcanzar la iluminación” cuando hay tantas cosas que requieren de nuestra atención urgente. Tal vez en otro momento en que no tengamos tantos asuntos que atender o cuando estemos mejor preparados o tengamos más conocimiento o más tiempo podremos intentarlo de nuevo.

Es entonces cuando la mente se anota otro punto a su favor. Nos sentimos mal con nosotros mismos, nos juzgamos, nos convencemos de que definitivamente esto de meditar no es para nosotros y sintiéndonos totalmente derrotados, dejamos de intentarlo.

Sin embargo, no todo está perdido. La práctica meditativa es noble y está a tu alcance siempre que tú tengas la voluntad y la disposición para entregarte a ella, aunque solo sea por cinco minutos.

Para ayudarte en esta tarea, hoy te comparto mis 5 tips infalibles para meditar y (que estoy segura nunca nadie antes te había enseñado) que te serán de gran ayuda para que logres meditar sin darte por vencido antes de comenzar a decir “OM”.

 

1-. Deja de luchar por querer poner la mente en blanco. Eso es IMPOSIBLE. No lo vas a conseguir a menos que sufras un infarto cerebral.  Mejor deja pasar esos pensamientos, ideas, cuestionamientos, programas de Netflix, asuntos pendientes y dile a tu mente que la atenderás en otro momento.

2-. Inhala y exhala LENTAMENTE. Concéntrate en tu respiración. La mente siempre buscará la manera de hacerte perder el enfoque porque necesita “entretenerse” con algo. Puedes valerte de la cuenta de ciclos para fortalecer la concentración. Cinco minutos son buenos para comenzar. (te recomiendo utilizar un timer)

3-. Si te desconcentras demasiado con la cuenta de ciclos, entonces puedes echar mano de los mantras. El mantra por excelencia es la sílaba sagrada OM (vocablo hindú del que provienen los demás sonidos) y que es un gran aliado para darle a la mente algo con que jugar mientras inhalas y exhalas y dejas pasar los pensamientos, ideas y asuntos pendientes que cruzan por tu mente.

4-. Meditar no significa que no haya distracciones, así que conviértete en tu propio ESPECTADOR Y OBSÉRVATE. Tu práctica de meditación es para generar autoconocimiento y no para sentir bonito. En tu práctica todo puede pasar porque se valen todas las emociones, no busques perfección, busca conocerte mejor. Eventualmente este conocimiento te llevará a la comprensión y a la compasión.

5-. NO TE JUZGUES NI TE CRITIQUES. Identifica tus patrones reactivos y reconoce tus sensaciones y emociones. Acéptalas y abrázalas como algo tuyo y deja de pelear contra ellas. No hay práctica perfecta.

Recuerda que en la meditación todo es válido excepto rendirse. La mente es rebuscada y tramposa y si se lo permites, encontrará maneras de hacerte desistir de tus intenciones.

La práctica meditativa se construye día tras día y el avance no es lineal. Así que no te desalientes si no consigues iluminarte o elevarte como tu esperabas. Mejor agradécete el tiempo y la dedicación con que realizas tu práctica porque gracias a ésta puedes lograr una mejor comprensión sobre ti mismo permitiéndote identificar maneras creativas de accionar en lugar de solamente reaccionar ante los estímulos que constantemente se presentan en todos los ámbitos de tu vida.

 

Espero que pongas en práctica estos consejos y que cada vez que te dispongas a meditar tomes conciencia de que eres un ser humano, que las distracciones están ahí y que de ti depende si te enganchas con ellas y dejas de intentar o fortaleces tu voluntad, las dejas pasar y aceptas la experiencia como una de mayor comprensión y autoconocimiento.

 

Namasté.

 

Mónica Velasco

Health Coach e instructora de Vinyasa Yoga